Camino Sostenible
Manjarín es un lugar mágico del Camino Francés. Primera localidad del Bierzo que pisa el peregrino, cuenta con un magnetismo especial para toda persona que recorra esta Ruta Jacobea.
Una atracción que se debe, en parte, por estar situado a apenas 2km después de la mítica Cruz de Fierro. Y, por otra, por la presencia de Tomás, el Templario, el hombre que convirtió este sitio inhóspito en un lugar de acogida.
De la mano de la iniciativa Camino Sostenible, que busca dar a conocer el rico patrimonio humano, natural y patrimonial de las Rutas Jacobeas; os contamos la historia de este hospitalero que siguió la llamada jacobea y se convirtió en una luz en el Camino.
Todo peregrino que llega a Manjarín cuenta hoy en día con un café, un plato de comida caliente o un lugar donde dormir. No siempre fue así. Hasta la llegada de Tomás Martínez, más conocido como Tomás, el Templario; o el Templario de Manjarín; este pueblo leonés era un lugar inhóspito, sin habitantes, que contaba con apenas un refugio en el que poder cobijarse.
Situado a casi 1.450 metros de altitud, la subida a Manjarín se hace dura, especialmente en invierno, cuando el frío, la nieve y la ventisca se convierten en los peores compañeros de Camino. En medio de estas circunstancias, la presencia de Tomás y su albergue son una luz que ilumina, acompaña y acoge en medio del Camino.
“¿Quién me iba a decir que cuando llegué aquí, a este poblado abandonado, hecho una ruina, me iba a quedar tantos años?”. Sentado en el exterior del albergue, con una taza de café en la mano, Tomás resume así su llegada a Manjarín más de tres décadas después.
La llamada del Camino de Santiago
Echando la vista atrás, reconoce que llegó a Manjarín siguiendo la llamada del Camino de Santiago. Corría el año 86 cuando una crisis vital azotó a este madrileño que decidió buscar nuevos horizontes. La primera oportunidad le llegó al entrar en contacto con un grupo de la Orden del Temple, institución religiosa de la Edad Media que durante casi dos siglos protegió el Camino de Santiago.
Junto a otros miembros de este grupo, Tomás pisó por primera vez el Camino. El objetivo era colocar unos estandartes en lugares en los que había estado la Orden del Temple. “Éramos 8 personas en el Camino de Santiago. Ahora hay días que son 800”, apunta.
Lo cierto es que algo lo llamó a quedarse en la zona. Primero en Ponferrada, después en el Valle del Oza y en Corellón hasta llegar a Villafranca del Bierzo. Ahí conoció a Jesús Jato y la labor en su albergue, el más viejo de todo el Camino. Fue durante su labor como hospitalero cuando Tomás supo cuál era su destino.
“Corría junio del 93 cuando subí a Manjarín y, desde entonces aquí sigo”, explica. La idea se la dio un peregrino de Alcañices, lugar templario de Zamora. Tras varias conversaciones, este peregrino le confesó a Tomás que estuvo a punto de volver para casa y no completar su Camino. “¿En dónde?”, le preguntó Tomás. “En Manjarín”, contestó. Porque a pesar de que sí había un refugio, el peregrino echaba de menos alguien que le diese un poco de calor, real y humano. “Y entonces me dije: Me parece que para allí me voy”, recuerda Tomás.
Así nació uno de los albergues más queridos del Camino Francés. En él no hay agua corriente, ni luz eléctrica. Pero sí un café caliente, un plato de comida, un lugar donde dormir y una buena conversación entre amigos.
"Aquí la cosa no es repartir, sino compartir"
“Arrancamos con 8.000 pesetas que nos prestó Jato para café, leche, algo de comida… La primera noche cayó la tormenta más grande que se recuerda en el pueblo. Y yo, con una vela, pensando: este es mi sitio. De repente, se escuchan unas voces que dicen: “Mira, una luz en el Camino. Hay gente”. Y desde entonces ese es el lema que rige este refugio: Una luz en el Camino, que significa acogida para todos”, recuerda Tomás.
Tres décadas después, la filosofía sigue siendo la misma. Y eso es, precisamente, lo que cada año atrae a miles de peregrinos de todo el mundo, que deciden cambiar las comodidades de un albergue por el espíritu del refugio de Tomás. “Si nos dicen que más de 60.000 peregrinos iban a pernoctar aquí salgo corriendo”, asegura entre risas.
Siguiendo el espíritu de acogida y hospitalidad templaria, el refugio de Tomás funciona a base de donativos. “Hemos mantenido la esencia de la Orden del Temple. La divisa es “No es nada nuestro”. Cuando se acepta, todo lo demás sobra. Aquí la cosa no es repartir, sino compartir”, explica Tomás.
Tras años así, el refugio de Tomás sufrirá a lo largo de este año una gran transformación. Gracias a una subvención de la Diputación de León, el albergue de Manjarín contará con casetas de madera, agua corriente y electricidad generada con energía eólica, lo que mejorará las condiciones de sus moradores ocasionales.
Pero para eso habrá que esperar a la llegada del Año Santo, ya que hasta el 2021 el albergue de Manjarín estará cerrado. Los que este año se decidan a pasar por aquí deben saber que tendrán a su disposición un café y la atención siempre desinteresada de Tomás pero no podrán pernoctar.
Seguro que muchos de vosotros habéis pasado por Manjarín y habéis compartido vivencias y anécdotas con Tomás. Siguiendo el espíritu de la iniciativa Camino Sostenible, os invitamos a que las compartáis con nosotros, bien a través de los comentarios del blog o en nuestras redes sociales (Facebook, Twitter o Instagram).
Y para finalizar os dejamos un vídeo en el que homenajeamos a todas aquellas personas que hacen posible el Camino de Santiago y en el que, por supuesto, está Tomás. ¡Buen Camino, peregrinos!
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