O Cebreiro, el pueblo del Camino

Situado a 1.293 metros de altitud, O Cebreiro recibe a los peregrinos llegados de El Bierzo por el Camino Francés. Históricamente vinculado al ganado, O Cebreiro vive hoy dedicado a dar servicios al peregrino.

Formada por una docena de casas, la parroquia lucense cuenta con el primer Museo Etnográfico que se abrió en España, además de la iglesia más antigua del Camino de Santiago: Santa María A Real. La ermita, fundada por los monjes benedictinos en el siglo IX, da la bienvenida al caminante tras una subida de 7 kilómetros que lo deja casi sin aliento. 

En su interior, el peregrino se encuentra con uno de los símbolos que hacen de Santa María A Real un templo cargado de simbolismo. Se trata del cáliz que, según cuenta la tradición, fue utilizado durante la Última Cena.

La copa, que ocupa la parte central del escudo de Galicia, es también la protagonista de un milagro que tendría lugar en el siglo XV, por el que el vino se convirtió en sangre durante la celebración de una Eucaristía realizada por un clérigo incrédulo. Santa María A Real alberga también la tumba de una de las figuras más importantes en la revitalización y recuperación del Camino de Santiago, así como del propio Cebreiro: Elías Valiña.

Inmerso durante toda su vida en los estudios del Camino, Elías Valiña comenzó en la década de los 70 a promover la peregrinación a Santiago. Investigador incansable, dedicó décadas a cartografiar el que hoy conocemos como Camino Francés, iniciando la señalización de la ruta con las hoy ya tradicionales flechas amarillas.

Justo en frente de la iglesia, hoy en día encontramos la tienda Grialia, propiedad de su sobrino José Manuel López Valiña. “Elías Valiña fue un visionario. No solo contribuyó decididamente al resurgimiento del Camino, sino que revitalizó O Cebreiro, posibilitando que los vecinos pudiesen vivir en su pueblo de una forma digna y sin tener que emigrar. Sin él, O Cebreiro no existiría”, nos cuenta mientras contemplamos el busto del párroco situado al lado de la iglesia.  

Una breve visita por O Cebreiro demuestra que sus palabras son ciertas. El peregrino que llega a este pueblo lucense cuenta con todos los servicios necesarios: hospederías, restaurantes, tiendas, albergue público y hasta una pequeña oficina de turismo.

Mucho ha cambiado desde que en los años 70 apenas llegaban 2 o 3 peregrinos. “Tenían que ser unos románticos. Gente que llegaba no se sabía muy bien cómo y a los que dejábamos dormir en nuestras casas”, recuerda José. Ahora son miles los peregrinos que llegan cada año para revitalizar O Cebreiro, especialmente en los meses de mayo, septiembre y octubre.

O Cebreiro: la Calle Mayor de Europa

En las tres calles que cruzan el pueblo podemos escuchar las lenguas más diversas: inglés, francés, alemán, coreano… Mike es uno de esos miles de peregrinos que llegan cada año a O Cebreiro.

Lleva cinco semanas realizando el Camino desde Suiza y se ha tomado un descanso para reponer fuerzas y seguir la ruta que en dos días lo llevará a Santiago. Lo acompañamos hasta el alto de San Roque mientras nos cuenta la hospitalidad y las buenas experiencias que le han proporcionado su peregrinación.

Tras él llega Anke, desde Berlín. Y acto seguido, Carolina y Enmanuel de Argentina, acompañados de Oiane, del País Vasco. Los tres iniciaron la ruta en Roncesvalles  y, como tantos otros, su amistad nació en el Camino. Aunque desde puntos geográficos diferentes, se lanzaron a la aventura jacobea con un motivo común: el de encontrarse a sí mismos.

“Esta es la tónica diaria. Gente llegada desde todos los puntos del planeta, que comparten contigo sus inquietudes, sus ilusiones, sus sueños y, cómo no, también sus penas”, nos cuenta José para quien la frase de su tío “O Cebreiro es la Calle Mayor de Europa” se ha quedado corta.

“El Camino te permite estar en un pueblecito perdido de la montaña de Lugo y, al mismo tiempo, estar en el centro del mundo. No hay mayor universidad que esta, siempre y cuando estés abierto a escuchar”. Y Jose lo está. De hecho, nos confiesa que tiene el mejor trabajo del mundo, un trabajo en el que conoces a gente muy diversa sin salir de tu propia casa.

“Unos peregrinan con una fuerte carga espiritual, otros por deporte y la mayor parte de ellos para solucionar problemas interiores o porque necesitan un cambio de vida. Pero lo que es común a todos es la humanidad que devuelve el Camino”.