Camino de Santiago y Covid-19
Isabel y Jesús decidieron hacer el Camino de Santiago en un año atípico. Tras la crisis del Covid-19 y rodeados de medidas de seguridad, estos peregrinos veteranos no dudaron en vivir esta aventura una vez más. Ambos eligieron el Camino Francés, una Ruta que los hace sentir como en casa y que los lleva a vivir experiencias diferentes cada vez que vuelven a él.
Muchos menos peregrinos y algún que otro albergue cerrado son algunos de los elementos comunes en estos tiempos de Covid-19. Pero el Camino de Santiago sigue vivo y así nos lo cuentan estos dos peregrinos.
Isabel Braña Doce: “Eché de menos el ambiente peregrino más espiritual”.
“Tuve el presentimiento de que podía hacerlo y no lo dudé”. Con esta determinación recorrió Isabel el Camino Francés entre Saint Jean Pied de Port y Santiago para luego prolongarlo hasta Fisterra. No era la primera vez de esta asturiana en el Camino de Santiago. Desde su primera peregrinación hace 12 años vuelve cada año una o dos veces.
Y este no iba a ser distinto. “Mi familia me decía que estaba loca. Pero el Camino es una cosa que necesito, no lo puedo explicar. Y especialmente en el Camino Francés me siento segura. No sé si es su historia, su gente, pero es así”, explica.
Isabel llegó al Camino de una forma muy curiosa Aunque vive a apenas 8km de Oviedo, lugar de inicio del Camino Primitivo, la Ruta Jacobea llegó a su vida en Suiza, a donde emigró con 16 años. Allí, compañeros del hospital en el que trabajaba, especialmente alemanes, comenzaron a hablarle del Camino de Santiago. Tras jubilarse y volver a España, Isabel decidió probar en el Camino Francés. Después vendrían el Primitivo, el de San Salvador, el del Norte de Irún a Bilbao y la parte asturiana o la Vía de la Plata.
Con toda esa experiencia a sus espaldas, Isabel reconoce que este año fue distinto. “El Camino estaba muy vacío. Faltaban peregrinos, sobre todo los extranjeros”, asegura. Y eso tuvo consecuencias. “Eché de menos el ambiente peregrino habitual. Yo en el Camino me busco a mí misma. Me gusta estar sola pero también relacionarme con la gente del entorno. Se hacen amistades especiales en el Camino. Y eso este año fue difícil porque los españoles si son tres ya no se mezclan. Y, además, suelen caminar una semana o dos, no todo el Camino”, apunta.
Menos diferente fue la experiencia en los albergues. Isabel reconoce que es de albergue y, a ser posible, parroquial o público. Pese a las restricciones y la baja afluencia, Isabel asegura que no tuvo dificultad para alojarse en ninguno, a excepción de en Galicia. “Solo estaba abierto el de O Cebreiro y el de Casa Forte de Lusío”, se queja.
En cuanto a las medidas de seguridad, Isabel asegura que los albergues estaban muy bien preparados: “Tenían reducción de aforo mínima del 50%, nos tomaban la temperatura… Nos sentimos muy seguros”. En bares y restaurantes tampoco tuvo problema pero reconoce que la mayoría de las iglesias estaban cerradas y muy poca gente en la misa del peregrino. “Algunos pueblos estaban completamente vacíos. Y si veías a alguien, la gente te miraba con miedo. Eso sí lo he visto”, asegura.
Además, Isabel echó de menos cumplir algunos ritos que para ella son Camino: “Al llegar a la Catedral casi no pude ver al Apóstol entre los andamios. A mí me encantaba darle un abrazo y este año me dio pena no poder hacerlo”. Por eso, y pesar de todo, Isabel cree que del Camino de este año no quedará un recuerdo imborrable.
Jesús María Navarro Ibáñez: “Hay menos contacto pero te relacionas más intensamente”
El Camino Francés también fue la opción elegida por Jesús María Navarro Ibáñez. Natural de Pamplona, Jesús ha había hecho esta Ruta en bicicleta hace más de 20 años y algún que otro Camino como el del Norte o el Primitivo.
Este año el cuerpo le pedía volver al Camino de Santiago pero con calma y sin mucha gente. Por eso, cuando la crisis de la Covid-19 nos dio una tregua, no lo dudó.
Esta tranquilidad que quería fue precisamente lo que marcó la diferencia con otros Caminos. “Este año había muy pocos peregrinos. Es una ventaja porque puedes hacerlo más tranquilo y, aunque hay menos contacto, te relacionas más intensamente”, asegura Jesús.
Aunque el número de peregrinos apenas llegó a 40.000 este verano, la fraternidad, la amistad y el compañerismo son valores que se mantuvieron. “Empecé el Camino solo. Pero después te vas juntando con uno y con otro. Sobre todo por las tardes, al llegar a destino. Esta segunda parte del Camino es muy importante porque compartes muchas cosas”, reconoce Jesús, quien afirma que ha conocido a mucha gente en el Camino con la que aún tiene relación.
Al igual que Isabel, para Jesús la seguridad en el Camino fue total. “Fuimos guardando la distancia de seguridad y las medidas higiénicas. Evidentemente hay que tener un poco más de cuidado, sobre todo en los albergues. Procuramos ventilar bien las habitaciones, incluso redistribuir las camas o literas para estar más distanciados”, nos cuenta.
Jesús advierte, sin embargo, de la falta de uniformidad a la hora de aplicar las medidas. “En unos establecimientos era muy estrictos, en otros más leves. En unos había distancia entre literas, en otros menos. En unos guardabas la mochila en una bolsa de plástico y en otros no. A veces se puede hacer mejor las cosas”, asegura. Pese a todo, cree que, en general, la gente era muy escrupulosa y se sintió seguro a lo largo del Camino.
En cuanto a la oferta de albergues, Jesús reconoce que estaba limitada. Especialmente al llegar a Galicia, donde los públicos estaban en su mayor parte cerrados. Sin embargo, no tuvo grandes problemas para encontrar alojamiento ni con el traslado de su mochila, que por problemas de salud no llevó consigo, recurriendo al Paq Mochila.
Ya de vuelta en casa, Jesús recomienda a todo el mundo a hacer el Camino alguna vez en su vida. Una experiencia que, en su opinión, no puedes vivir de otra manera. Porque en pocos lugares como en el Camino de Santiago conoces a cantidad de gente, de todo tipo, de diferentes edades, de diferentes países. Y además descubres el territorio. “Haciendo el Camino Francés no solo ves pueblos bonitos. Atraviesas cuatro comunidades autónomas, con lo que hay muchas diferencias de principio a fin: cambio de clima, de paisaje… Y eso es muy interesante”.
“A mí me gusta caminar, el contacto con la naturaleza, con la gente. Si vas con la cabeza y con los ojos abiertos ves muchas cosas. Evidentemente te cansas pero también lo pasas bien. Es una gran experiencia”, resume.
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